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Reportaje: Marcela Alejandra Arce
Ilustración: Amparo Guindon
Golpes, insultos, humillación. La violencia obstétrica contada por personas gestantes que vivieron las peores experiencias a la hora de parir en hospitales santiagueños.
“Hija de puta, vas a dejar morir a tu bebé”, le gritaba la médica mientras empujaba su vientre, apretando las rodillas contra su panza. “Ni las perras dejan morir sus crías y vos vas a matar a tu bebé”, le reclamaba y seguía empujando su vientre sin piedad. Ya no tenía fuerzas, el dolor era tan intenso que sentía que se moría, pero la angustia y el miedo por el futuro de su bebé eran más fuertes aún. Aunque pujaba con todo el ímpetu posible, escuchaba insultos a su alrededor y sentía que no podía más. Sólo pensaba en su bebé.
No sabía si estaba despierta o era una pesadilla. Recordó que sus partos anteriores, una cesárea y un parto normal, no se parecían en nada a la violencia a la que estaba siendo sometida. No comprendía por qué se ensañaron así con ella. “Es tu culpa si el bebé se muere”, le repetían.
De pronto, la trasladaron al quirófano y la misma médica que insistía con que diera a luz en forma natural le practicó una cesárea sin esperar que hiciera efecto la anestesia. Cortó su vientre y extrajo a su bebé. No hubo llantos. “Está muerta. Era una niña”, le dijo.
No podía ser cierto. Con sus últimas fuerzas vio cómo arrojaban a su beba hacia un costado. “Vos sos la culpable de que tu hija esté muerta”, escuchó que alguien le gritaba. No sabía quién, tampoco le importaba. Mientras la médica la cosía, sentía que la enfermera decía: “Doctora, tiene un vaso roto”, pero la mujer parecía ignorar la advertencia. Ante la insistencia, tuvieron que abrirla de nuevo y reparar el daño ocasionado. “¿Has visto? Por tu culpa se te ha reventado el útero, ya no sirves para tener más hijos”, sentenció. Ella ya no sentía ningún dolor físico, pero su alma estaba hecha pedazos.
“¿Has visto? Por tu culpa se te ha reventado el útero, ya no sirves para tener más hijos”, sentenció. Ella ya no sentía ningún dolor físico, pero su alma estaba hecha pedazos.
Solo miraba hacia el rincón donde el cuerpo de su bebita estaba “tirado”. Una persona se acercó y gritó: “¡Está viva!”. Todos corrieron. Alguien la tomó entre sus brazos y comenzaron a reanimarla. De pronto, creyó oír un lejano sonido que se asemejaba a un llanto. “Está viva”, pensaba, mientras sus ojos no dejaban de buscarla. Observó entonces cuando colocaron a la niña en “una especie de cuna de vidrio”. Lo recuerda bien porque esa fue la única vez que la vio.
Cuando médicos, enfermeros y las personas que estaban dentro del quirófano se dieron cuenta de que ella estaba despierta, formaron una especie de semicírculo para evitar que viera lo que estaban haciendo con la bebé. No le importaba, su hija estaba viva. Su bebé estaba viva. Antes de cerrar los ojos miró la hora, era la 1.05 del sábado 26 de septiembre.
De la alegría al desconcierto
Eran cerca de las 20 del viernes 25 de septiembre cuando ella entró al Centro Integral de Salud (CIS) de Termas de Río Hondo. El guardia de seguridad le preguntó su nombre. Natalí Beatriz Acevedo (29) contestó: “Tiene que pasar ella sola, usted no puede pasar por el protocolo de la COVID-19”, le dijeron a su esposo Javier Miranda Molina (28), quien trató de acompañarla.
A las 22.15, le avisaron a Javier que la bebé había nacido y que estaba todo bien. Respiró aliviado y entregó la ropita nueva para que la cambiaran. “Me dijeron que esperara a que la pasaran a sala común para que pudiera verlas”, asegura. No podía ocultar su felicidad. Sin embargo, el tiempo fue pasando y no había novedades.
No sabía por qué, pero tenía un mal presentimiento. Eso se confirmó cerca de la 1.30, cuando le avisaron que “la bebé tenía problemas y que la iban a trasladar a Santiago”. “También me avisaron que Natalí no había tenido parto normal, pero no me dejaron pasar por protocolo”, explica. No entendía qué había pasado. ¿Por qué le mintieron y le dijeron que su niña había nacido a las 22.15 y estaba sana? ¿Se trataba de su bebé o la habían cambiado?
Mientras miles de preguntas se agolpaban en su interior, sin encontrar un interlocutor válido ante quién hacerlas, Javier subió corriendo a la ambulancia que iba en camino al hospital regional Ramón Carrillo de la ciudad Capital, a 70 kilómetros de Termas. “A los pocos minutos de viaje, la enfermera empezó a decir que se quedaban sin oxígeno. El chofer decía: ‘Sí, tengo’, pero yo me daba cuenta de que era todo mentira. La ambulancia tardó una eternidad…”.
El castigo de la soledad
Lo que sigue es una historia de idas y vueltas, de todo lo que Javier tuvo que hacer para estar cerca de su bebé y del desconocimiento absoluto de noticias sobre su esposa. “No sabía nada de ella desde que entró en el parto. Intentaba verla, no me dejaban”, cuenta.
Más de 40 horas después de que se vieran por última vez, Natalí fue dada de alta. Esa mujer, que sólo preguntaba por su beba, no se parecía en nada a la que había dejado el viernes en la puerta del hospital. “Estaba toda morada, el estómago, los brazos, las piernas. No podía mantenerse en pie. No podía pararse, se orinaba encima”, describe Javier.
Ya en su hogar, temblando, aterrada, llorando, Natalí recordó todo el calvario que había sufrido en el hospital hasta que fue dada de alta. Porque su historia no terminó con el nacimiento de su hija.
“Después de que me cosieron y se llevaron a mi beba, me trasladaron a una sala común y me dejaron ahí, sola, sin ayuda de nadie, no podía moverme. De vez en cuando venían las enfermeras a tomarme la presión. Trataba de levantarme para ir al baño, porque se me estaba pasando la anestesia, pero no podía llegar al baño, me hacía pis encima”, cuenta tímidamente.
Sólo quería saber algo de su niña, cómo estaba. “La pediatra, cuando logró revivir a mi nena, lo único que me dijo fue que estaba muy mal. No volví a saber nada de ella en todo ese tiempo”, dice y agrega: “En ningún momento me acercaron a mi bebé. No pude tocarla, ni verla de cerca. Nunca, nunca, desde que me la sacaron de la panza, volví a estar cerca de ella”.
“En ningún momento me acercaron a mi bebé. No pude tocarla, ni verla de cerca. Nunca, nunca, desde que me la sacaron de la panza, volví a estar cerca de ella”.
“Todo el tiempo que estuve en el hospital no tuve comunicación con nadie, no dejaban que tuviera celular, tampoco dejaban que pasara nadie a verme”, confirma.
En absoluta soledad, creía que iba a enloquecer sin noticias de su beba ni de sus hijos mayores. “Estaba como presa, me quería ir, pero no me podía mantener en pie. Me sentía tan débil”, explica.
Viendo hacia atrás, cree que haberla dejado en completa soledad fue quizá una forma de castigarla ante la denuncia pública de su pareja. Es que hasta entonces, ignoraba que la historia de su hija se había viralizado a través de una nota del diario digital “El Termeño”.
“Está muerta por mi culpa”
Natalí y Javier regresaron al día siguiente al CIS para que ella pudiera ser trasladada hacia el hospital regional para ver a la bebé. Después de más retrasos y promesas incumplidas, llegó a Neonatología donde le avisaron que la bebé había fallecido a la madrugada y que habían informado de ello al hospital de Termas.
“A nosotros nunca nos dijeron nada”, repiten casi al unísono. “Si yo hubiera sabido o ellos hubieran tenido el valor de decirme, no iba con mi esposa así como estaba, toda golpeada, que no se podía parar”, añade él. “Mi bebé estaba muerta. Mi niña estaba muerta por mi culpa, la doctora me lo dijo”, solloza ella, mientras las lágrimas no encuentran cauce y su cuerpo tiembla como en aquel momento.
“Mi bebé estaba muerta. Mi niña estaba muerta por mi culpa, la doctora me lo dijo”, solloza ella, mientras las lágrimas no encuentran cauce y su cuerpo tiembla como en aquel momento.
Con la ayuda de la comunidad, la familia pudo costear los traslados y el servicio fúnebre para su beba. La denuncia policial fue el paso siguiente. A la hora de la autopsia, Javier se dio cuenta de que su hija no tenía identidad. Las paradojas del destino hicieron que le diera un nombre para identificarla después de muerta. Briana Mailén Miranda Acevedo la llamó, tal como habían planeado con Natalí.
El calvario de Vanina
Vanina Alderete tiene 27 años, es oriunda de Chañar Pozo y llegó al CIS Termas el 25 de septiembre de 2020, el mismo día que Natalí. La habían enviado desde una clínica privada, pues los controles determinaron que el bebé en su vientre estaba muerto desde hacía varios días. Debido a su cuadro de hipertensión, le dijeron que era necesario practicarle una cesárea de urgencia.
Ella entró sin esperanzas y con el corazón roto. No podía creer que su primer bebé no tuviera vida. Sólo esperaba que la operaran rápido para poder refugiarse en su casa, pero la cesárea nunca llegó. Tres días después, ya al borde de la septicemia, fue obligada a tener un parto normal.
“Me quitaron la ilusión de ser madre”, lamenta. Cuenta que también sufrió situaciones de violencia. “Viví un calvario en el hospital. Se sufre mucho ahí. Fue un horror todo lo que viví. Me dejaron llena de moretones, son unos animales. Las enfermeras te golpean. Las peores son las parteras. Creo que por eso mueren los bebés. A todas las personas que van a parir las obligan a tener parto natural”, añade.
“Yo tenía mucho miedo de morirme. Sufrí durante tres días”, resalta Vanina y agrega: “Lo peor no fue que me hayan obligado a tener a mi beba fallecida con un parto normal, sino que cuando la sacaron, la tiraron como un perro”.
“Lo peor no es que me hayan obligado a tener a mi beba fallecida con un parto normal, sino que cuando la sacaron, la tiraron como un perro”
“Me dejaron sola, no se acercaron ni para ayudarme a higienizar. Estaban enojadas porque una amiga las escrachó por Facebook”, recuerda.
“Pagar con sangre”
Precisamente fue la red social la que actuó como disparador para visibilizar múltiples hechos similares, donde las mujeres contaron las experiencias traumáticas vividas en el Centro Integral de Salud Termas, inaugurado el 29 de octubre de 2019. Parecía ser el hospital público más moderno, con la aparatología y los servicios necesarios para tratar todas las necesidades de salud de la población. Sin embargo, en menos de un año, las denuncias de los pobladores de Termas, a raíz del caso de Natalí y la muerte de su bebé Briana, se multiplicaron.
En medio de fuertes cuestionamientos, el 3 de octubre de 2020, Luis Llanos, oriundo de Termas de Río Hondo y médico del CIS, realizó un video refiriéndose a la situación del nosocomio. “Si llega una emergencia y no tengo anestesista, no puedo hacer nada. No son cuestiones de personas, de directores, ni nada. Son cuestiones de un sistema, de una organización de salud”, asegura el profesional.
Con respecto a la situación que atraviesa el sector de Obstetricia en particular, es contundente al señalar la necesidad de que haya cambios. “Vamos a seguir teniendo problemas y, lamentablemente, vamos a seguir pagando con sangre esta desidia, esta desorganización, esta falta de preocupación”, reconoce Llanos frente a cámara.
“Vamos a seguir teniendo problemas y, lamentablemente, vamos a seguir pagando con sangre esta desidia, esta desorganización, esta falta de preocupación”, reconoce Luis Llanos frente a cámara.
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Tania Monte Bitar, fiscal que investiga la denuncia penal realizada por Javier Miranda, explica que tanto Natalí como su beba de cuatro días fueron víctimas. Entre los procedimientos realizados incluye la autopsia de la niña, los exámenes de anatomía patológica e incluso un pedido de ADN, ante la posibilidad que hubiese un cambio de bebés, debido a los confusos horarios de nacimiento. Dada la falta de peritos forenses en Termas, todos los exámenes fueron realizados en la capital santiagueña, pero los resultados a la fecha aún no fueron analizados.
Con respecto a los cambios de bebés, se trata de una situación que no resulta descabellada de pensar en Santiago del Estero, donde este delito se denunció en reiteradas ocasiones a través de las redes sociales, llegando a judicializarse en algunos casos, sobre todo en la ciudad de Añatuya, al sur de la provincia.
Respecto a Natalí, se secuestró la historia clínica del CIS y se tomó declaración a todo el personal, tanto de enfermería como de guardia, que trabajó entre la noche del 25 y la madrugada del 26 de septiembre. Asimismo, precisa que los hechos serían violatorios de la Ley de Parto Humanizado. “Los relatos de Natalí apuntan a la violencia ejercida contra ella durante la práctica del parto natural. Son relatos estremecedores, pero dejan entrever algo que ocurre en todas las instituciones”, afirma.
“Los relatos de Natalí apuntan a la violencia ejercida contra ella durante la práctica del parto natural. Son relatos estremecedores, pero dejan entrever algo que ocurre en todas las instituciones”
Aún se desconoce cuál será la carátula de la causa. “Es muy apresurado, porque esta es una causa compleja. Son dos víctimas, tenemos un marco de violencia de género, un marco de violencia obstétrica y un marco de una supuesta violación a la Ley de Parto Humanizado. No quiero ser agresiva ni apresurada, porque si ponés una calificativa la tienes que sostener en el tiempo. No quiero hacer las cosas rápido para no hacerlas mal”, aclara.
La fiscal, que trabaja en la Circunscripción Termas desde los primeros días de diciembre de 2019, asegura que la de Natalí fue la primera denuncia que recibió por esta clase de hechos, pero luego otra persona realizó una similar, que incluye personal tanto del ámbito privado como del público en cuanto a asistencia médica. En menos de un año recibió dos denuncias parecidas, que incluyen violencia obstétrica, incumplimiento de la Ley de parto respetado y muerte neonatal.
En menos de un año se recibieron dos denuncias sobre violencia obstétrica, incumplimiento de la ley de parto respetado y muerte neonatal.
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Natalí y Vanina ignoraban que tenían derechos a la hora de sus partos. Tampoco lo sabían muchas de las personas gestantes que denunciaron este tipo de episodios en las redes sociales. Desconocían la existencia de leyes que las protegen, como la Ley Nº 25.929 de Derechos de Padres e Hijos durante el Proceso de Nacimiento conocida como Ley de Parto Humanizado (sancionada en 2004 y reglamentada en 2015), o la Ley Nº 26.485, de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (sancionada en 2009). Santiago del Estero se adhirió a la Ley N° 25.929 en noviembre de 2016.
El concepto "parto respetado" o "parto humanizado" hace referencia a una modalidad de atención médica caracterizada por el respeto a los derechos en el momento del nacimiento. Es decir, en consonancia con las necesidades y deseos de la familia. Cuando se habla de parto humanizado, se habla de generar un espacio amigable donde la persona gestante y su bebé sean protagonistas y donde el nacimiento se desarrolle de la manera más natural posible.
Según la Ley de Parto Humanizado, la persona gestante tiene derecho a ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pueden tener lugar durante el parto y postparto y participar activamente en las decisiones acerca de las alternativas distintas, si es que existen, a ser considerada como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto, a un parto respetuoso de los tiempos biológicos y psicológicos, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados, a ser informada sobre la evolución de su parto, el estado de su hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes actuaciones de los profesionales. También a no ser sometida a ningún examen o intervención cuyo propósito sea de investigación, a elegir quién la acompañe durante el trabajo de preparto, parto y postparto y a tener a su lado a su hijo o hija durante la permanencia en el establecimiento sanitario, siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales.
Tiempos de pandemia
A partir del aislamiento social, preventivo y obligatorio para frenar el avance de la pandemia por la COVID-19, decretado el 20 de marzo de 2020 por el presidente Alberto Fernández, la Ley de Parto Respetado se vio solapada a la luz de la realidad que se vive a partir de la implementación de distintos protocolos de atención en instituciones públicas o privadas de la provincia.
Aunque se mantiene en vigencia la ley, se implementa con ciertas “regulaciones” ante casos de sospecha de coronavirus en la persona gestante. En las preguntas frecuentes que publicó la Organización Mundial de la Salud con respecto al embarazo, parto y lactancia y su relación con el coronavirus, se enumeran los derechos que tienen las personas gestantes con respecto al acceso a la salud prenatal, neonatal, postnatal, intraparto y mental. Una de las recomendaciones expresas es que, para que el parto sea seguro, quien vaya a parir cuente con la compañía de una persona de su elección.
En Santiago del Estero, el Servicio de Maternidad del Hospital Regional Ramón Carrillo -ubicado en la capital provincial-, cuenta con una zona diferenciada de internación, en el cual permanecen en aislamiento las pacientes con diagnóstico positivo de COVID-19. Este lugar cuenta con personal propio y una sala de procedimientos donde se llevan a cabo los partos, cesáreas y legrados de pacientes. Se trata de un protocolo especial para la atención de la persona gestante desde su llegada al nosocomio hasta su salida. Precisamente, en ese sector nacieron tres bebés, dos –por parto normal– en septiembre y noviembre, y el otro –por cesárea– en octubre.
Del Centro Salud Integral Termas no se pudieron conocer más datos. Al momento del relevamiento de datos, su director, el ex ministro de salud Luis Martínez, confirmó que estaba en aislamiento por diagnóstico de COVID-19 positivo. Por otro lado, cabe mencionar que, pese a reiterados pedidos, el Ministerio de Salud de Santiago del Estero, a cargo de Natividad Nassif, se negó a proporcionar los datos oficiales acerca de la cantidad de partos durante los primeros tres meses de la pandemia y los de igual período de 2019.
A pesar de las reiteradas consultas del equipo de Los Derechos No Se Aislan, el organismo no brindó ningún tipo de información relacionada con el acceso a los derechos sexuales y reproductivos de mujeres, adolescentes y personas LGTTBIQ+ en tiempos de pandemia, aun cuando el Acceso a la Información Pública está garantizado por Ley nacional N° 27275 y por el artículo 6 de la Ley provincial 6753 de Acceso a la Información.
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El Ministerio de Salud se negó, en forma sistemática, a brindar cualquier tipo de información relacionada con el acceso a los derechos sexuales y reproductivos de mujeres, adolescentes y personas LGTTBIQ+ en tiempos de pandemia.
El informe nacional de relevamiento epidemiológico SIP-Gestión indica que durante el período 2010-2014 hubo 45.683 nacidos vivos en Santiago del Estero.
Por su parte, la fiscal Tania Monte Bitar reveló que, de acuerdo a las declaraciones testimoniales recabadas al personal de salud del CIS Termas, se realizan 170 partos mensuales en ese nosocomio.
Violencia naturalizada
“La violencia contra las mujeres en los servicios de salud de la provincia de Santiago del Estero se ha ido haciendo evidente a la par que las feministas, las académicas y las organizaciones de mujeres la han -o la hemos ido- denunciando y enunciando”, afirma Rosa Isac, una de las principales investigadoras de la materia en Santiago del Estero.
“La concepción presente entre el personal de salud es que quienes vayan a parir deben tener paciencia para que ellos y ellas puedan actuar e intervenir sobre sus cuerpos y llega a un extremo tal que si las mujeres se quejan, se les grita y regaña, ubicándolas en una subordinación que las deja sin palabras, a merced de quien tiene el poder en esa relación”, asegura Isac en su trabajo de investigación, que duró seis años, sobre la Maternidad del Hospital Regional Ramón Carrillo. Además, hace referencia a “relaciones teñidas de violencia, tratos crueles y degradantes que las estigmatizan”. “El hospital, ámbito de encuentro con las mujeres, espacio social marcado por la discriminación y la violencia naturalizadas, protocolizadas”, indica la investigadora.
“El hospital, ámbito de encuentro con las mujeres, es un espacio social marcado por la discriminación y la violencia naturalizadas, protocolizadas”.
La similitud entre los casos investigados y lo sucedido en Termas deja entrever que no se trata de casos aislados sino, más bien, de un accionar sistemático. Los testimonios de las personas gestantes entrevistadas por el equipo de Isac “describen tratos crueles, degradantes y violatorios de su dignidad”. “Está muy presente la idea de que lo que importaba no eran ellas, cuando dicen: ‘Lo único que quería es que mi hijo naciera bien’. Eso disculpaba todo. Y la violencia, cuanto más se oculta, más grave se hace”, detalla.
A la hora de describir los modos de recibir atención médica, comenta que “las mujeres se ven obligadas a callarse y si se salen del modelo pautado, incomodan, desacomodan, enojan. Para aquellas que hacen caso queda la nominación de buena paciente: una profunda paradoja, sobre todo si se tiene en cuenta que parir moviliza a las mujeres, genera un sinnúmero de experiencias a nivel físico y subjetivo, y esto se conjuga con su historia y su contexto particular, al momento de parir”.
“Las historias de vida de cada una de las mujeres que acuden al hospital quedan en la puerta, en el mismo momento en que la persona encargada de la vigilancia les pregunta qué necesitan o les dicen que esperen para pasar”, enfatiza.
La investigación de Isac y sus compañeras es contundente, clara, precisa. Pero también es íntima, porque le da voz a las historias de decenas de parturientas que encuentran un interlocutor válido ante quien contar sus padecimientos en hospitales santiagueños.
La violencia obstétrica es una realidad que duele, no solo en Santiago, sino en todo el país. Tal es así que el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) dictaminó que “hubo discriminación en un caso de violencia obstétrica” en centros de salud de Córdoba. Los casos se multiplican aquí y allá. Las denuncias a través de las redes sociales son demasiadas. Son menos las que llegan a la justicia.
Natalí y Vanina se atrevieron a denunciar. Esperan respuestas, sanciones para quienes les provocaron tanto daño. No esperan justicia. Justo hubiese sido que tuviesen a sus bebés en brazos y no que regresaran a sus hogares con el vientre vacío, despojados de la vida que cobijaron durante nueve lunas.