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Reportaje: Gisel Sánchez
Ilustración: Amparo Guindon
Pamela está varada hace 8 meses en San Juan. En otra provincia cuyana, su novio Pablo la espera. Durante la pandemia, ella queda embarazada de Ezequiel. ¿Qué probabilidad había de que esto sucediera si él usaba preservativo y ella tomó la pastilla de emergencia?
“‘Hola Ezequiel, estoy embarazada de vos. Voy a abortar.’ Así le dije. Él se cuidó y yo tomé el anticonceptivo de emergencia tres horas después. No hubo forma de evitarlo.”
Ezequiel estaba en shock: “¿Estás segura de que es mío, Pame?”. A ella no le cabía una sola duda. Volvió a San Juan en marzo, para visitar una semana a su familia, y se transformó en una estadía de ocho meses, luego de que el gobierno nacional decretara el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio. Desde ese momento, Pamela está varada en su casa natal. Y a unos 500 kilómetros de distancia, en otra provincia cuyana donde estudia y reside, la espera su novio Pablo, con quien casi convive y con quien mantiene una relación abierta.
“Solo hay dos personas en mi vida. No hay nadie más. ‘Obvio que es tuyo, si no estuve con nadie más en toda la cuarentena’, le dije a Ezequiel. Así que no le di ni chance de pensar nada. Y me dijo que me calmara, que lo íbamos a solucionar”.
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A Pamela el preservativo no le funcionó, ni tampoco la pastilla de emergencia. Cuando el método es bien utilizado, ¿cuál es la probabilidad de un embarazo no deseado? Encima, justo dos semanas antes, le había salido la posibilidad de irse a Europa con su novio Pablo, a hacer la residencia. En su vida ahora no hay espacio para pensar en bebés.
“En el mismo momento en el que dio positivo dije ‘Voy a abortar’. Era la única salida para mí”.
Estaba confiadísima de que había hecho las cosas bien. Su mamá siempre le habló de cómo cuidarse y con ella eligió sus primeras pastillas, que tiempo después descubrió que le hacían mal: “Hace un año y medio que no las tomo, después de esa vez que sangré todo el mes”. Además, a sus 24 años, a Pamela ya le falta poco para recibirse de una carrera en el área de la salud: “Me encantaría ser una ginecóloga de confianza a la que le puedan decir, ‘Doc, me quedé embarazada, ¿Qué hago? Ayudame’”.
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Las primeras semanas de septiembre, luego de haber estado con Ezequiel, comenzó a sentir náuseas. Eso no era raro, porque se descompone seguido, distintas comidas le caen mal. Sí fue raro, en cambio, ver a la Pame hiperactiva y alegre de siempre todo el día en cama. Su familia pensó que estaba deprimida.
Cuando se dio cuenta de que comenzaba a tener síntomas más fuertes, Pame compró el test. Se lo hizo en el baño de su casa, tipo 11 de la noche, mientras el resto estaba en el comedor. “En el mismo momento en el que dio positivo dije ‘Voy a abortar’. Era la única salida para mí”. Flor no le respondía las llamadas, así que le escribió un Whatsapp desesperada. “Amiga, estoy embarazada. Necesito abortar ya”. Flor encontró el número de Las Hilarias (Integrantes de Socorristas en Red), o como ella las llama “Las socorro”. Ese mismo miércoles por la noche se contactó con ellas y le comunicó su decisión a Ezequiel.
La provincia de San Juan no adhiere al protocolo para la Interrupción Legal del Embarazo de Nación (ILE), ni tiene protocolo propio. Además, la venta de Misoprostol está limitada a centros asistenciales y por ende prohibida en farmacias a través del decreto provincial N° 1133 Q.
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Pamela lo quiere hace muchos años a Ezequiel. Pegaron onda a la salida de un recital de Skay, el ex Redonditos de Ricota, allá por el 2015. Comparten el grupo de amistades, así que cuando salen en parejas, desde aquel recital, él es su compañero. Y fue un pilar fundamental para ella, sobre todo durante la cuarentena: “Pablo no quiere viajar mucho a San Juan, entonces por ahí paso tres meses sola cuando vengo. Soy muy dependiente emocionalmente, muy demandante de atención. Así que decidimos abrir la relación. Pablo allá está con otras chicas y yo aquí con Ezequiel.”
Pablo, por su parte, supo del embarazo solo luego de que Pame pudo abortar. Aunque no se ocultan nada, ella pensó que si Pablo se enteraba en el momento, iba a desesperarse por no poder viajar y ayudarla. Así que decidió no contarle hasta asegurarse de estar bien. Igualmente, Pablo ya le había sacado la ficha. Hace años él es ayudante de cátedra en la carrera de Pame. Por sus síntomas y porque ella le pidió ayuda para revisar los análisis de “su amiga”, Pablo ya sospechaba. Pero esperó a que ella estuviera lista para contárselo. Vienen construyendo una relación sólida hace casi tres años, en la que se entienden bien y se aman mucho. Estos últimos meses que pasaron lejos se les hicieron eternos. “Lo extraño un montón”, expresa Pame.
Con Pablo, tienen muchos planes y expectativas a futuro. Y entre estos planes estaba el comenzar a buscar un embarazo, a principios del 2021. Luego llegó la posibilidad de irse del país, la pandemia, y el embarazo con Ezequiel, y ese plan quedó pausado indefinidamente. Pame ya no está tan segura de querer volver a pasar por lo mismo y tampoco sabe si quedarse embarazada sería lo mejor ahora. Y las ganas de mudarse de Argentina son muchas. Pame siente que el personal de salud aquí está infravalorado.
La Iglesia católica y los grupos conservadores históricamente han tenido mucha presencia en el imaginario político sanjuanino. La provincia adhirió a la Ley de Educación Sexual Integral 12 años después de su sanción.
Si Pame hubiera podido volver a su lugar de residencia y estudio en julio, como tenía planeado, no se habría quedado embarazada de Ezequiel. Y si, en cambio, se hubiera quedado embarazada de Pablo, no habría abortado, incluso si fallaban los métodos anticonceptivos. Porque con Pablo estaba (más o menos) dentro de los planes. Una semana antes del embarazo, ella estaba por volver con él. Pero no podía pagar los $50 mil que le costaban el remis, el hisopado, y la estadía para hacer cuarentena allá. No quería tampoco preocupar a su familia, que de por sí ya estaba paranoica con lo del virus.
Con Ezequiel nunca pensó embarazarse, no era una opción, ni por cerca. Al tomar la decisión de abortar, Pamela ni siquiera sintió que debiera consultarle: “Estaba yo sola ante el mundo. Porque por más que él se hiciera cargo, yo me iba a dedicar al niño. Era irme a estudiar con el niño, y su papá acá en San Juan. Y a mí me mantienen mis viejos. No era viable, ni digno para nadie. Me quería morir cuando me enteré”.
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La misma noche del test, Pamela consiguió turno online con un ginecólogo en una clínica privada sanjuanina, a las 11 de la mañana siguiente. Lo único que le importaba en ese momento era poder tener lo antes posible una receta que le indicara ecografía y análisis.
La clínica estaba llena de mujeres gestando. Afiches en las paredes, con mujeres gestando. Pero en los afiches es diferente. Todas son blancas y están felices. A su lado se sentó una chica muy contenta, embarazada del mismo tiempo que ella. Pamela no aguantaba más, quería irse a la mierda, y a la consulta entró llorando: “Aún así, el médico me sonrió, me felicitó y todo. Ni un poco de empatía, ni un poco pararse y decir ‘Che, esto no es lo que quiere esta chica’”.
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Estas situaciones no son aisladas. En una provincia donde casi todas las carreras de salud pertenecen a la Universidad Católica, todavía subsiste el paradigma de la maternidad como camino obligatorio y deseable: “Presuponen desde el primer momento que el embarazo es una buena noticia, la mayoría tiene esta práctica prejuiciosa de no preguntar cuál es el deseo de la persona que está enfrente”, cuenta Alejandra, la socorrista que acompañó a Pamela durante todo el proceso. La activista describe así a quienes ejercen la medicina en la provincia.
“Yo quise abortar por mí, por mi futuro, mis ideas y por mis planes. Si fuera por Ezequiel, lo habría tenido. Él después me dijo que lo quería tener y me partió el alma. Pero los hombres van y vienen, la gente va y viene, y es la vida de una”, dice Pame. Que el embarazo interrumpa deseos y proyectos para las personas gestantes es una de las razones más comunes para abortar, según Alejandra: “Desean interrumpir ese embarazo y lo van a hacer a como dé lugar.”
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Pamela estaba de 6 semanas, lo confirmó un viernes, con su primera ecografía. Quedó en reunirse con las socorristas después de ese finde, con toda la ansiedad encima. Fueron días largos, de mucha incertidumbre, nervios y náuseas. Tenía mucho miedo y además le pesaba fingir normalidad frente a su familia. Finalmente llegó el lunes, el día del taller colectivo. Las Hilarias se han organizado para seguir sosteniendo estas instancias grupales de forma virtual.
Durante la pandemia, el rol de las Socorristas se volvió mucho más importante para estas personas que estaban encerradas en sus casas, sin saber qué hacer, con quién hablar, o a dónde ir: “La situación de encierro ha empeorado la angustia, la necesidad de resolución. Y los talleres colectivos son espacios de catarsis donde no se sienten tan solas. Siempre lloramos, porque nos encontramos en ese deseo y en esta prohibición”. Alejandra sabe que el deseo siempre es más fuerte y que la colectividad les da el coraje para esta tarea que obliga al secreto: “Es el encontrarse con otres y adquirir más valor para una. Luego algunas nos preguntan cómo salieron y cómo están esas mujeres que conocieron en los talleres. Este es el vínculo que genera la complicidad”.
Las socorristas tienen en su web toda la información necesaria para autoadministrarte un aborto casero, seguro y de calidad. Y además, ese momento compartido virtualmente con otras personas en su misma situación, reafirmó las convicciones de Pamela: “En el taller éramos cinco, ponele. Estaban tan seguras que nada me hacía dudar ni sentirme menos. Era yo contra el mundo. Estaba muy decidida y segura y agradezco haber estado así. Es mi vida, yo voy primera, segunda y tercera”.
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Para el miércoles de la semana siguiente, Ezequiel ya tenía las pastillas: “Él tenía toda la plata y los contactos justos para que a mí me llegaran las pastillas a tiempo. Claramente el aborto es para pocas”. Claro, no todo el mundo tiene los contactos y los $10.500 que Ezequiel tuvo que dar por la caja de Misoprostol. Casi el doble del precio que se maneja en el mercado. Pero no les quedaba otra que pagar esa suma por el riesgo que significó para su contacto, en una provincia como San Juan.
“Cualquier persona que necesite acceder al Misoprostol, por cualquier tipo de tratamiento que necesite, se ve obligada a meterse a los circuitos de las estafas”, señala además Alejandra, porque aparte de las trabas en el acceso a este derecho a nivel institucional, en San Juan se prohíbe específicamente la venta de medicamentos que contengan Misoprostol, a través del Decreto 1133 Q, de 2003.
Es que el Estado sanjuanino no adhiere al Protocolo para la Interrupción Legal del Embarazo propuesto por Nación (ILE), ni tiene protocolo propio. Tampoco formuló ningún tipo de recomendación para abordar estos casos durante la pandemia. Las autoridades de Salud pública dicen que con las cosas como están, la provincia igualmente ha garantizado el derecho a la ILE.
Las socorristas manejan registros propios, y éstos no concuerdan con el panorama oficial. Alejandra sabe que para septiembre de 2020 la cantidad de acompañamientos ya superaba el total anual de 2019 (365 casos). Y el informe también incluye acompañamientos de embarazos que podrían haberse interrumpido a través de las causales estipuladas en el Código Penal de 1921. “No hay apertura desde las altas esferas de gestión y decisión para que esto suceda. No hablo ni siquiera desde el ‘cuando sea ley’, sino desde la legislación que ya existe”.
El contexto para quienes defienden el protocolo vigente para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo sigue siendo muy hostil en San Juan. Les piden a las Socorristas discreción, porque temen por sus puestos de trabajo y por el qué dirán sus colegas
Además, San Juan recién en 2018 adhirió a la Ley de Educación Sexual Integral de 2006. La repentina adhesión llegó cuando se estaba debatiendo su modificación a nivel nacional, esa que incluyó la perspectiva de género y la laicidad. Esto les pareció sospechoso a las organizaciones que trabajan Derechos Humanos en la provincia, porque sus pedidos de adhesión habían sido ignorados por el gobierno durante más de una década. La Iglesia católica y los grupos conservadores históricamente han tenido mucha presencia en el imaginario político sanjuanino. Se manifestaron en contra de la ESI desde el comienzo pero luego se mostraron en contra de sus modificaciones, alegando que preferían la versión original de la Ley. Además, la formación de formadores está a cargo de la Escuela de la Familia, parte de la Universidad Católica. Y durante la pandemia también hubo un mandato expreso del Ministerio de Educación para no trabajar contenidos de ESI en ningún nivel, en ninguna institución.
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Luego de conseguir las pastillas, Pame debió esperar una semana más. Las socorristas le enseñaron que el proceso de interrupción es más seguro entre la semana 7 y la 12. El 23 de septiembre, Pame se reunió con Flor y fueron a merendar unos jugos con tostados a la peatonal. Estaba asustada por la posibilidad de terminar en la guardia de algún hospital. El tiempo de coagulación de la sangre de Pame es más alto que el promedio, lo que significa que tiene mayor riesgo de hemorragia.
Ya no quería esperar más. Y apenas llegaron a la casa de Facu, su amigo enfermero, se colocó las primeras 4 pastillas. A los 15 minutos comenzó a temblar: “Saltaba en la cama prácticamente, no podía controlarlo”. Esa noche sólo se la pasó picando papitas fritas y caramelos, tomando Sprite. No tenía nada de hambre. Pasaron un par de horas y todavía no sangraba. Les llamaba la atención. Además estaba volando de fiebre, casi 40°, que no bajaba con nada. Y ya tocaba la segunda toma, otras 4 pastillas. A puras duchas heladas pasó una hora y media. Por fin, Pame sintió que algo bajaba.
Corrió al baño, ¡estaba expulsando tejido! Un poco más tranquila, se sentó a ver esa serie de la enfermera que a Facu y a Flor les gusta tanto. No le dolía ni tenía contracciones en el útero y eso la aliviaba. Minutos después expulsó el embrión. Y más tarde, coágulos de todos los tamaños. Tenía que completar el proceso con la tercera toma, aunque para esa altura ya había eliminado todo. Serían las últimas 4 pastillas.
Recién como a las 6 de la mañana le bajó la fiebre. Sus amigues estuvieron en vela toda la noche, con el termómetro en mano y enfriando los trapitos húmedos. A la mañana siguiente, mientras desayunaban, con terribles ojeras pero mucha más tranquilidad, Facu cortó con una tijerita la caja de Misoprostol en pedazos pequeños y quemó los restos, como el contacto de Ezequiel les había rogado que hicieran.
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La experiencia del aborto es distinta para cada persona. Los cuerpos reaccionan distinto a la medicación. Algunas personas abortan totalmente solas, otras con alguien de confianza. Y otras abortan acompañadas por su socorrista: “El aspecto que más me costó pasar fue no contarle a mi familia y sentirme sola. Fue muy triste no poder contar con mi mamá o mis hermanos, muy triste”, cuenta Pame. Es por ello también que la presencia telefónica de Alejandra para Pame fue tan importante: “Ella estuvo ahí, sentí que estaba al lado mío toda la noche, atenta a la fiebre, los escalofríos, a la toma de pastillas”. Pame le iba enviando fotos de todo el proceso, preguntando si tal cosa era normal, si iba bien. Esa noche Alejandra no soltó el celu ni un segundo. Y las semanas siguientes, de vez en cuando, Pame siguió recibiendo mensajitos de la socorrista, preguntando cómo se sentía: “Estoy totalmente agradecida de que me haya tocado con Ale, me la imagino con un carácter súper fuerte, así creo que es ella”.
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El control post aborto fue una experiencia muy distinta a la consulta pre. Esta vez se dirigió a un establecimiento público sanjuanino, con el ánimo recuperado. Y la profesional (conocida de Flor) sabía que Pame había abortado. La ginecóloga siente la necesidad de que sea legal, porque “ha visto muchas cosas feas en su trayectoria”, cuenta Pame. Recuerda el alivio después de escuchar “China, está todo normal. Ya te podés ir”. No sabe si es el hecho de que fuera mujer, o de que la consulta fuera en un lugar público, pero esta vez se sintió muy contenida.
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En los últimos años, Alejandra nota pequeños apoyos a nivel nacional, y en la mentalidad de quienes trabajan en el sistema de salud, como la conformación de la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir. Pero no son suficientes y el contexto para quienes defienden el protocolo vigente para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo sigue siendo muy hostil en San Juan. Les piden a las socorristas discreción, porque temen por sus puestos de trabajo y por el qué dirán sus colegas: “Son todas voluntades individuales. No hay un trabajo sistemático como política de Estado. Y les profesionales están agotades, sobre todo en el contexto de la COVID. A veces también nos derivan gente a nosotras porque sabemos cómo ayudar”.
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“Dicen que te vas en sangre, que te deja traumas. Pero a mí no me pasó nada. Mentalmente y físicamente somos fuertes, además es algo que queremos y necesitamos, no nos va a hacer daño. Nuestra elección nunca nos va a dañar.”. Pamela quiere para el futuro de las pibas y de las personas gestantes que tengan un acceso más flexible y económico al aborto: “Si se legalizara, seguramente mejorarían las condiciones. A mí por ejemplo, me hubiera gustado tener un médico al lado con quien sacarme dudas, pero bueno. Estábamos las socorristas y yo nomás”.
Ahora Pame vuelve a hacer planes a futuro con Pablo. Mientras pinta mates con su abuela, piensa que, si la pandemia lo permite, el año que viene hará algún curso rápido de inglés. Y cuando se reciba se mudará, escapando de la precarización laboral. Ya no sabe si viajará con o sin hijes. Tampoco está segura de si quiere vivir en Europa o en algún otro continente. De lo que sí está segura es que estará para las pibas cuando la necesiten, como las pibas estuvieron para ella.